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Foto del escritorMaría Luisa Salazar

Dar vida, dar luz

Actualizado: 2 nov 2023

Aquí estoy 4 meses después de parir al ser que más he amado.

Después de re.nacer


Siempre digo que la frase que lo encapsula es "Qué loco".

Es un camino hermoso, lleno de magia y amor; pero la verdad es que es muy loco comprendernos como parte de la naturaleza, esa naturaleza fuerte y y capaz de lo que sea.


En el calor de nuestro hogar respirando más intenso que nunca, salió de mi cuerpo esa cachorra que hoy me ve y sonríe, que mi voz calma su llanto, que aún se nutre de mi.

Y no puedo explicar lo que siento, solo puedo compartir mi experiencia.






No se si fue por suerte, o más bien porque ahí reencontré mi fertilidad, que estudiaba Ayurveda cuando me embaracé. Pero tener esa sabiduría acompañando mi camino me hizo ver la cosa más grande que me sostuvo durante el embarazo, parto y post-parto; que fue el auto cuidado y mi red de apoyo.

Dejarme acompañar, cuidar y consentir, escuchar a mi cuerpo y responder a sus señales, comprendiendo que a veces me pedía descanso o que los mareos se mejoraban comiendo más nutrientes, entre tantos saberes que llegaron a mi de diferentes medios, sobre todo mujeres sabias que caminaron este camino antes de mi.

Como la Ayurveda enseña la ancestralidad de la sabiduría natural, me refugié en mis abuelas, escuchando las historias de sus partos, de sus crianzas y lo que recordaban de sus madres y abuelas también. Me acerqué a terapeutas, parteras, amigas y doulas que también llevan años estudiando el cuerpo y acompañando embarazos. Aprendiendo todo lo que podía para cuidarme a mi y a mi bebé.


Cuando me embaracé era un tiempo que decidí irme a vivir a la naturaleza, en un lugar hermoso pero muy remoto en Chiapas, viendo tucanes y escuchando monos todos los días. Infinitas mariposas, luciérnagas y muy pocos humanos cerca. También ahí aprendí tanto de plantas, parteras mayas, amigas que son madres desde ese lugar tan especial.

Mi esposo seguía en la ciudad y teníamos que encontrar el equilibrio en nuestra relación para incluir los deseos de ambos. Que desde nuestro ego los dos queríamos que el otro cediera para unirse a la vida que el otro estaba construyendo.



Y así, yo soñaba con parir junto a mi río favorito en la selva, y él buscaba el mejor hospital del país con los mejores médicos.

Y pronto empezaron mis hormonas a cambiar y hacerme sentir miedos, pensar en todos los retos, que aunque yo confiaba plenamente en mi cuerpo, también sentía un cansancio extremo que no me permitía cuidarme como sabía que necesitaba, desde alimentarme hasta sentirme segura en la selva, limpiar mi espacio, y sentir ese apoyo emocional que sabía que me era indispensable (y a todas las mujeres embarazadas).


Entonces decidimos encontrar un punto donde todos nos sintiéramos seguros y viviéramos el proceso de transición que es tan mágico que vivirlo en pareja permite que las hormonas de ambos se transformen para estar listos. El punto medio fue yo volver a nuestro hogar en la ciudad, pero parir en casa con la partera de mi elección y después vivir 3 meses en la naturaleza con bebé recién nacid@.

Y así fue.

Volví a la ciudad al mes 3 y esa fue nuestra base durante los siguientes meses, viajando a los bosques que pudimos y tomando vacaciones también. Encontré cerca de mi casa a esa partera angelical con la que soñaba y me acompañé después de una ligera búsqueda, de una doula que resonaba mucho conmigo. Recibí los libros que me confirmaban la seguridad de un parto natural y en casa, escuché podcasts que reforzaron mi confianza en mi cuerpo y cada vez con menos miedo, seguí nutriendo mi cuerpo y espíritu, visualizando a ese ser chiquitito que crecía dentro de mi al que llamamos Pez durante todo el embarazo.

Al mes 8 después de buscar en lugares naturales y pueblos aledaños, encontré en las montañas la casa de mis sueños para pasar los primeros meses con Pez.



Era perfecta porque tenía árboles de flores, vistas hermosas, espacio para que mis perros corran felices y 3 habitaciones separadas por jardines en las que podrían quedarse las personas que me acompañarían, dándome igual la intimidad que tanto disfruto de estar sola, y en este caso con mi pareja y bebé. A la vez estaba a solo 1 hr de la ciudad, donde acordamos que sería el parto, aunque en cuanto pudiéramos volveríamos a la montaña después del nacimiento.



La fecha esperada era el 15 de marzo, pero yo soñé 3 veces que nacía el 7. Así que renté la casa desde marzo 1 y así nos fuimos instalando, el 6 mi corazón sabía que era el último día con mi bebé adentro, y esa noche decidí quedarme sola para cerrar ese ciclo con mi cuerpo, con mi bebé y con nuestro momento así de cerquita o más bien, de tenerla dentro de mi. Sentí la primera contracción en la noche, la luna casi llena y yo no sabía que eso era una contracción (o como una de mis maestras me enseñó a llamarlas, una ráfaga). Solo fue una en toda la noche, lo cual me confirmó que ya estaba cerca y aún así me permitió caminar por los jardines, sentir la brisa en mi piel semidesnuda, rezar con la luna, llorar, cantar y tocar el arpa para mi bebé que también se estaba alistando para el viaje más profundo rumbo a su nueva vida.


Lo recuerdo y lloro.

Se me pone la piel chinita.




Al otro día invité a mis papás a acompañarme, mi esposo volvía y la chica que nos ha ayudado por años también llegó. Llegaron en el transcurso del día, y volví a sentir las ráfagas algunas veces, Paty me recomendó medir el tiempo entre una y otra, y noté que pasaban cada hora.

Un día antes había contactado a una partera local, solo por si fuera necesario quería conocerla y que estuviera enterada de que estaba en mis últimos días de embarazo; así que fue a verme, era 7 de marzo y yo estaba segura de que nacía pronto. Llegó la partera para confirmarme que sí eran contracciones esas sensaciones intensas en las que se pone dura la panza. Y me hizo masaje, me acomodó el cuerpo y me dió algunas recomendaciones, entre ellas darme un baño de agua caliente cuando se pusiera intenso y tratar de dormir, si lo lograba iba a retomar la fuerza para cuando se pusiera todo más intenso.

Llegó la noche y acompañada de mi familia en la privacidad de mi nido yo no podía quedarme acostada, no me acomodaba en mi propio cuerpo y más bien gateaba y me arrastraba aullándole a la luna llena. Me convertí en animal por esas horas.


Cronometraba las ráfagas y eran como cada 30 minutos, mi mente sabía que era tiempo de irme para llegar a la ciudad y seguir el plan, pero la montaña me abrazaba y yo no me sentía lista para hacer el viaje. Cuando mi esposo me dió el consejo de dejar de cronometrar y más bien tratar de descansar yo seguía dentro de ese viaje de respiración y empoderamiento animalezco pero sin horarios ni medidas mentales.

Se que al rededor de las 4am nos metimos a bañar, agua caliente rodando por mi espalda mientras yo sentada moviéndome sobre la pelotota, Omar masajeaba mi espalda y yo sabía que estaba lista. Le escribí a mi partera en la ciudad y le dije que ya estaban pasando cada 10 minutos.

Me dijo que era momento de ir a la ciudad y confiando más en mi cuerpo que en ella, me "dormí" cuando encontré por fin una posición cómoda sentada con las plantas de los pies juntas y respirando mientras más se acercaban las ráfagas entre ellas. Rezando y confiando dejé pasar un par de horas más y como a las 7 am me senté en el baño que también era buen lugar para acomodarme y desde ahí llamé a la partera para avisarle que ahora sí me dirigía hacia ella, y durante nuestra llamada sentí agua salir de mi cuerpo, se rompió la fuente y se lo pude decir en ese instante. Me dijo que me apure.


Todo estaba listo para irnos, mi mamá, Omar y yo nos subimos a la camioneta, yo en el asiento de atrás en 4 patas con mis 3 perros también, escuchando mantras a todo volumen, respirando más intenso que nunca, el viaje duró dos horas (hora pico en CDMX) yo solo volteaba de reojo y veía la infinidad de coches parados dejándonos sin opciones.

Seguía confiando. Al llegar a mi departamento, nos esperaba ya la partera y quería ponerse a llenar la tina, pero antes me revisó, olviden la tina nos dijo, ya estás completamente dilatada y ya va a nacer. Me dió un banquito especial y me dijo puja cuando sientas ganas.


Yo ya no podía encontrar mi cuerpo, en ese viaje en coche mis células se disolvieron, recordando mi maestro Goenka diciéndome que ningún átomo en mi cuerpo es sólido, que todo es energía, así me sentía como plasma; como electricidad líquida y la idea de estar a punto de ver a mi bebé solo me hacía soñar con su mirada pequeñita viéndome mientras toma mi leche.


Omar me masajeaba la espalda con compresas de semillas calientes y me daba agua de coco, me abrazaba por atrás; mi música sonaba, mis velas prendidas y la casa como yo la dejé.

Abrazando a la partera, que puso un espejo entre las piernas y ambos podíamos ver todo, no estaba muy claro cuando me dijo ese es tu bebé, yo veía una figura que más bien parecía un cerebro en un augerito de una pulgada y entonces sentí unas ganas inexplicables de pujar, lo hice junto con una respiración intensa y ella me dijo vuelve a pujar sólo cuando sientas ganas, pero no dejes que se regrese. Ahí Pez coronado por mi vulva se veía un poco más (tal vez 1.5 pulgadas) y me dijo la partera, pon tus manos, la siguiente vez que pujes vas a recibir a tu bebé.


Yo no podía creerlo, pero decidí confiar en ella y su voz tan amorosa. Concentrada en "no dejar que se regrese" empecé a sentir que me convertía en volcán y que un rayo partía mi cuerpo en pedacitos. No podría llamarlo dolor, puedo solo recordar esa adrenalina intensa de sentir tanto y tan potente que ardía en llamas sin miedo, pura confianza.

Aventé al aire un par de gritos recordando los consejos de que al abrir la garganta permites que el sistema nervioso abra a la vez los músculos vaginales. YEAAHH

-"Pon tus manos y recibe a tu bebé" Nunca voy a olvidar esas palabras, salió como un pez literalmente. Escurriendo flácida y vívida a la vez rumbo a mis manos y mi intuición me dijo que la ponga en mi pecho desnudo. Ella abriendo sus ojitos y brazos me miró y empezó a succionarme en ese instante.



Todo ese volcán, fuego e intensidad cambió en un segundo a ser amor incondicional. Para siempre.

Suave y cursi, solo podía amarla.

Unos minutos después se asomó mi mamá incrédula por la rapidez del proceso, a comprobar si lo que escuchó fue un diminuto llanto. Preguntó el género de "Pez" y solo ahí recordé revisar para encontrarme que era una niña.

Amándonos y sintiendo su suave piel, Omar trajo una tina de agua caliente para mis pies y eso me elevó el espíritu. Nos amaba también, sintiendo él otro remolino de emociones.


El cordón aún la unía a mi por un buen rato, tal vez 40 minutos hasta que me dijeron, tienes que pujar otra vez, esto aún no ha terminado. Sentí la placenta salir de mi cuerpo fácilmente, la pusieron en un bowl y se quedó así latiendo hacia mi pequeña por otro buen rato.

Nos dejamos consentir, permitiendo que nos dieran miel de abeja, cacao y más agua de coco.

Sin ninguna pastilla, inyección, ni ningún tipo de droga para el dolor. Tuve la oportunidad de sentirlo todo y no lo cambiaría por nada.


Cuando el cordón se puso blanco entonces Omar lo cortó, como le indicaron y puso una pinza.

Quedando así mi linda Pez como un ser nuevo, único y desprendido de mi cuerpo totalmente. La sentí tan indefensa, y notando esa flacidez de la panza que unas horas antes la cargaba, sentí un vacío que me sacaba las garras para protegerla de cualquier peligro.

Pero todo estaba bien.




Me acompañaron al baño y en el trayecto de vuelta a la cama me desmayé, recordando que estoy en buenas manos, pero también muy vulnerable.

Me dejé consentir los siguientes 3 meses en mi casa de las montañas.


Recibiendo solo las visitas que amo, contenida en mi espacio seguro, nuestro nido.

El tiempo perfecto para conocer a mi pequeña y permitiendo que el plan de nutrición y amor nos envolviera.

Agradezco cada ser que estuvo ahí, cada amigo que nos visitó a ofrecer su compañía o su ayuda. Agradezco la sabiduría ancestral que me recordó que mi cuerpo ya sabe cómo parir. Agradezco la confianza de mi pareja, partera y familia. Agradezco a mi misma por nunca dudar. Y a mi bebé por darme todas esas lecciones en tan poco tiempo de vida, fortaleciendo cada vez más mi confianza y amor propio.

GRACIAS GRACIAS GRACIAS

El camino de la maternidad hasta ahora es otra historia... Desde la medicina placentaria, el cierre de caderas, la lactancia y alimentación; el ritual de entregarnos a la tierra, las caminatas por las montañas con bebé, y la comunicación telepática para captar sus popós y emociones. Todo eso da para otro post que escribiré en su momento.

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